Publicado el 26/07/2010 03:15
Como ya lo habíamos comprobado desde que llegara al mercado hace tiempo, el R8 es de esos deportivos que hacen todo bien, gracias a un bastidor muy bien afinado que le confiere un desempeño neutral, predecible y hasta seguro. A diferencia de otros deportivos de cepa pura como un Porsche 911 o un Lamborghini Gallardo (con el que comparte una buena cantidad de elementos mecánicos), el R8 nos hace sentir que somos casi pilotos, ya que sus reacciones no son broncas y el margen de error es incluso amplio.
Bien, todo eso que aprendimos del coupé se repite al pie de la letra en el Spyder; un coche que igual nos permite rodar al límite en un circuito, o calmadamente para desplazarnos del punto A al B.
Y es que al igual que en su hermano no convertible, el Spyder tiene un efectivo sistema de suspensión de dureza variable que con sólo pulsar una tecla, cambia de forma instantánea el comportamiento del coche, especialmente notorio a la hora de entrar en una curva o de rodar sobre asfalto irregular. Esto se consigue gracias a la utilización de amortiguadores con fluido magnetorreológico, que contiene partículas metálicas que son estimuladas a través de imanes. Este sistema también lo emplea el TT y modelos de otras marcas como el Corvette.
Desde luego, en un auto que costará poco menos de 200 mil dólares en nuestro mercado, la lista de equipamiento es muy abundante, e incluye recubrimientos de piel para asientos y tablero, aplicaciones de fibra de carbono y aluminio, interfaz MMI con sistema de navegador y sistema de audio con amplificador, climatizador, computadora de viaje y asientos eléctricos con memoria, entre otros. Como detalle curioso, el R8 Spyder tiene de serie faros de LEDs, que sustituyen a los de xenón siendo los primeros más eficientes en consumo de energía y poder lumínico.
Pero por increíble que parezca, lo mejor del R8 no es ni su estilizada figura, ni el equipamiento, sino lo que está justo detrás de los asientos. Un magistral V10 que conforme subimos de vueltas nos entrega una auténtica melodía que nos invita a hundir el pedal del acelerador una y otra vez; vamos, que no se antoja encender el estéreo en ningún momento. Este poderoso V10 de 525 hp trabaja en conjunto con una caja robotizada de un solo embrague que, aunque no hace los cambios tan rápidos como en una PDK, resulta lo suficientemente satisfactoria para mantenernos con una permanente sonrisa en la cara.
Otro aspecto que también se puede destacar del R8 es el sistema de frenos, dotado de enormes discos perforados en las cuatro esquinas y pinzas de ocho pistones en el tren delantero. Un sistema que probamos en pista y que nos dejó maravillados por su interminable resistencia a la fatiga y su capacidad de recuperación. Y si ese excelente sistema no le parece suficiente (que seguro lo será para el 95% de los compradores), se ofrece como una opción de 14 mil dólares el irrompible e invencible sistema de discos carbonocerámicos, libres de fatiga y con una vida útil estimada en 300 mil kilómetros.
El máximo exponente de deportividad de Audi está en México, y listo para hacer frente a rivales de la talla de Porsche 911 Turbo y alguno que otro rezagado F430; ambos descapotables.
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