Publicado el 12/03/2012 18:15
Por más que queramos ocultarlo, nadie puede negar que hace 15 años cuando las salas de cine de todo el país mostraron por primera vez la cinta Titanic, muchos nos emocionamos con la idea de volver a ver a tan majestuoso barco regresar del fondo del mar para protagonizar su propia historia.
Lo más curioso y sin aparentemente existir un motivo de peso, este enorme barco del cual solo hemos conocido por medio de historias, películas y libros ha sido uno de las leyendas más queridas y seguidas a nivel mundial; incluso mucho antes de que James Cameron lanzara su película.
Hoy en día y justo 100 años después de su fatal accidente, su nombre y fantasmal presencia descansando en el lecho marino a casi cuatro kilómetros de la superficie nos recuerda lo vulnerables que podemos ser como seres humanos y las consecuencias que conlleva nuestro actuar arrogante.
Sin embargo, este artículo no pretende descubrir el hilo negro que provocó el hundimiento de dicho barco ni mucho menos ser una clase de enseñanza moralista sobre el actuar de la sociedad. Al contrario, estas palabras tienen como objetivo desmembrar la verdad sobre aquel curioso auto que aparece en la cinta de 1997 en donde Rose y Jack consagran su historia de amor.
Este “nidito de amor” de color vino (de acuerdo a la película) no era otra cosa sino un Renault AX Limousine del año de 1911. Producido entre los años de 1905 hasta 1914, el modelo era propulsado por un pequeño motor de tan solo dos cilindros que erogaba 35 HP, asociado a una transmisión de tres relaciones que en conjunto conseguían alcanzar la frívola velocidad de 56 km/h. El costo de un Renault AX en su versión de entrada tenía un precio estimado para aquel entonces de 437 dólares. El nivel de equipamiento contaba con vestiduras de piel, detalles en latón, rines de madera, etcétera.
Por más increíble que parezca, dicho auto fue del único que se tuvo registro después del trágico accidente ocurrido la madrugada del 15 de abril de 1912 que cobró la vida de más de 1,500 personas. Lo anterior después de que su dueño, el sobreviviente William Carter lo declarara como pérdida del hundimiento a la compañía aseguradora.
Aunque en teoría existió un manifiesto de carga en donde se llevaba el registro de todo lo que el barco llevaba en sus bodegas, éste documento desapareció en el fondo del mar junto con el barco llevándose el registro de tal vez algún otro auto del cual hubiera sido interesante investigar.
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