Publicado el 29/01/2012 20:16
Creado “ex profeso” para la mayor batalla vista jamás entre los compactos (el segmento más popular del mercado), el nuevo Audi RS3 busca convertirse, desde su primera generación, en mito. Porque muy pocos pueden atreverse de origen a retarlo. Cierto que ya vimos antes nacer a poderosos Ford Focus RS 500, Volkswagen Golf R, Mitsubishi Lancer Evolution X… Pero hoy parecen casi poca cosa a su lado. Y es que para ver bajar los 4.2 segundos que el Audi RS3 ha registrado en el 0-100 km/h hay que desviar la mirada hacia un Porsche 911 Turbo, un Nissan GT-R o, en Audi, el R8 V10. Brutal. Únicamente un BMW Serie 1 M (curiosamente, como el Audi, de estreno con su modelo de base en pleno cambio generacional) puede mantener el tipo, aunque termine también por doblar la rodilla.
La imagen no le hace justicia al nuevo Audi RS3, aunque habrá quien prefiera pasar desapercibido. Porque allí donde el BMW 1 M muestra un coupé musculado, agresivo, una fuerza de la naturaleza, aquí observamos en realidad un veterano Audi A3 Sportback, la única carrocería disponible para no restar impacto a otros deportivos de la marca, como el más pequeño TT. Es la tradicional fórmula RS de Audi, en la que ni siquiera aparece un cofre abombado en señal de amenaza. Hoy, sólo como opcionales llegan rines de colores, plásticos cromados o vestiduras de asientos personalizados, pero más como discutible tuning de marca. Y la realidad es que este Audi RS3 ni es eso, ni tampoco un simple GTI decorado: aquí hay muchas horas en ‘boxes’.
Para su desarrollo, Audi ha partido de un S3 y, con disimuladas vías ensanchadas, frenos de disco sobredimensionados, salpicaderas delanteras de plástico reforzadas con fibra de carbono para aligerar el conjunto y una profunda puesta a punto de bastidor, con muelles y amortiguadores revisados y una carrocería 25 mm más baja que cualquier Audi A3 (se sufre en el acceso), llega el nuevo rey de los compactos, al que sólo faltaba además montar un motor capacitado para explotar tal potencial. Y lo consigue con el sofisticado 5 cilindros de inyección directa y distribución variable del Audi TT RS, de 2.5 litros y 340 hp.
Ya al volante del nuevo Audi RS3 sentimos pronto lo poco que tiene que ver con el BMW 1 M y su caja manual, diríamos, de ‘vieja escuela’. Para empezar, aquí nada de duro y estimulante cambio manual: de la gestión se encarga el ultra rápido cambio automático S-Tronic de doble embrague y 7 marchas; tampoco la pura dirección hidráulica y pesada del 1 M: en el Audi RS3 es completamente eléctrica sin perder precisión; y tampoco la deportiva propulsión trasera del BMW: típica de Audi es una efectiva tracción Quattro por Haldex, donde su embrague de discos funciona a presión constante por bomba eléctrica, desviando de inicio un mínimo par atrás, pero transfiriendo hasta un 90 por ciento en caso de necesidad. Reactivo y anticipativo, como cuando sales disparado como un proyectil desde parado ‘arrastrando’ las 4 ruedas a diferencia de un BMW donde, o se modula el acelerador, o se sale ‘humeando’. Y eso que en Audi el turbo también sopla, y vaya de qué manera, sin necesidad de emplear dos turbos como el BMW 1 M.
Visible en los instrumentos, desde 1,200 rpm el turbo emerge en el Audi RS3 para ganar velocidad, mucha velocidad, pero con progresividad y sorprendente suavidad de conducción. Hasta que pegamos el acelerador al piso y, esta vez viendo su cronómetro, iniciamos un verdadero vuelo rasante. Entonces, como un Airbus 380 que sólo es capaz de despegar en las grandes pistas del mundo, con el Audi RS3 las rectas quedan cortas.
Es difícil explorar en carretera las posibilidades de este Audi RS3, por un motor que empuja y empuja hasta 7,000 rpm. Y a plena agilidad, porque prácticamente no existe esa conocida tendencia subviradora de todo RS de Audi, aquí sólo se presenta en curvas muy rápidas y a ritmos altos, cuando a velocidad de crucero sí se comporta sólo como tracción delantera. Insinúa una querencia a abrir trazadas, que en curva lenta desde luego se esfuma. Es donde comienza a trabajar la tracción.
Es ahí donde el Audi RS3 comienza ya a descolgar rivales. Donde el BMW 1 M muestra únicamente interrupciones de potencia, frenos selectivos del ESP o una trasera muy difícil de controlar si desconectamos ayudas electrónicas, el Audi RS3 muestra una implacable motricidad, asumiendo toda aceleración e, incluso, pidiéndola en ocasiones para empezar a repartir par hacia atrás con una tracción total que ayuda a meterle en horquillas y giros muy cerrados. Cierto que también con trampa, anclado ahora el Audi RS3 también por sus enormes neumáticos con mayor medida delante que detrás (235/35 frente a 225/35) para favorecer ligeramente la entrada en curva, y con rines de 19 pulgadas de serie.
Eso sí, es justo reconocer que el Audi RS3 tarda algo más en encontrar el apoyo que el BMW 1 M (100 kg más de peso terminan pagándose), que es también más monótono en sus reacciones (aunque siempre natural y previsible incluso rodando muy, muy rápido) y que el tren delantero no es tan instantáneo. Pero, parafraseando a un reputado piloto, “no es cómo entras en curva, sino cómo sales de ella”. Y el Audi RS3, ahí, es imparable.
De Madrid a Barcelona, y de regreso, el Audi RS3 no parecía el coche ideal para viajar, pero nos decidimos a hacerlo. La suspensión es dura en compresión, en cambio en extensión, el RS3 permite cierta licencia a diferencia de sus rivales, mientras que, a bordo, ya no pareces viajar, como en el BMW 1 M, junto al ala de un avión a poco que superemos los 100 km/h. Además, la ergonomía, sujeción de asientos o postura de conducción son impecables. Suave de mandos, con relativo confort y sonoridad muy contenida a pesar de no contar con una gran aerodinámica, en el Audi RS3 descubrimos cómo pasan los kilómetros con gran dignidad, casi como si viajáramos en un Audi A3 2.0 TFSI con acabado deportivo S-Line. Incluso sus deportivos y duros asientos no terminan castigando nuestro cuerpo. Tampoco la cartera sufre más de la cuenta: de media registramos 10.8 km/l (con muchos tramos a fondo), que a ritmos legales en autopista quedan en poco más de 12.3 km/l. Como un Diesel a pleno pulmón.
Eso sí, el paso de los kilómetros confirma también ciertos defectos en el Audi RS3: como por ejemplo, los cromados tan estéticos de los aireadores generan grandes reflejos en los retrovisores, y dificultan la visibilidad; que los asientos deportivos opcionales de cubo inician un concierto de crujidos en marcha en su unión entre la piel y el plástico… y es molesto; o que para conducir con su volante opcional de ‘Ante’ hacen falta casi guantes, ya que, más pensados para las carreras, destiñe con el sudor y además se pela (como el pomo del cambio) dando muy mala imagen.
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