Publicado el 22/11/2011 21:15
Este viaje para realizar la prueba extrema de la Volkswagen Amarok, el test mas duro y exigente de todos los que haya hecho Automóvil Panamericano a lo largo de los 17 años de su existencia, supone unos de esos instantes inolvidables. No por la prueba en sí, que también, sino por lo que quienes hemos tenido la oportunidad de formar parte de ella hemos podido vivir.
No resulta una actividad común navegar por un río, el Mackencie, y aparecer en el Océano Glaciar Ártico. Menos lo es todavía si se decide tomar una ruta de hielo por encima del río y llegar hasta este océano, que por estas latitudes se llama Mar de Beaufort. La experiencia de rodar por las carreteras de hielo oceánicas es única: algo parecido a volar sin alas. Miedo, adrenalina, todos los sentidos alertados por ver que pasa. Y no ocurre nada, simplemente vas. No pasa nada. Sabes que si el hielo se rompe tu muerte se produce en un par de minutos. Pero eso no ocurre nunca, casi nunca. Las carreteras de hielo están diseñadas y construidas con mucha más ciencia y destreza de lo que nunca una persona que viva entre los paralelos 50 norte y sur, en latitudes normales, pueda imaginar. Nunca se puede imaginar “navegar” con un auto. Y si navegar es surcar ríos y mares, podemos decir que hemos navegado con un auto. La primera parada sobre el hielo aclara todas las dudas. El grosor que tiene la placa puede medir desde uno hasta seis metros. Nada que temer. Pero debajo de ti hay peces.
En esta ambiente y con una temperatura media de 25 grados centígrados bajo cero y un viento a velocidad indeterminada, pero muy fuerte, la vida aquí se hace extremadamente dura. No sólo para las personas, también para los autos, que tardan más o menos una hora en alcanzar una buena temperatura de trabajo, el aceite está muy denso, los líquidos a esa temperatura ambiente. Y la Amarok sigue viva y todo hace indicar que no se va a rendir nunca. Es una roca. Un auto que no ha dado ni un solo problema en esta larga travesía de América del Norte. Y ha tenido motivos para quejarse de varias cosas. Hoy hemos detectado un ruido cuando la suspensión trasera se comprime. Las ruedas iban cargadas de hielo por el interior del rin (ese peso añadido es pésimo para el funcionamiento del auto, ya que se trata de masa no suspendida y afecta de forma notable al rendimiento de suspensiones) las hemos limpiado y parece que ya ha desaparecido o al menos mitigado. Los consumos también nos están dejando muy sorprendidos. Con la resistencia añadida que suponen las llantas para nieve y la propia nieve, estamos consiguiendo medias de 9 km/litro. Muy bien. No tanto el precio del diesel por estas zonas: 1.7 dólares canadienses (22 pesos).
Estamos en el ecuador del viaje. Hemos llegado a la punta norte de América. Más arriba, sólo el mar. Ya no hay asentamientos humanos. Queda regresar. Ahora rumbo sur para concluir en 15 días en Cancún. Viva el mundo, viva la vida.
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