Publicado el 02/10/2011 22:15
El Resort de YangShuo está a la orilla del río Lijang, famoso por estar impreso en los billetes de 20 yuans, pero también reconocido por el mundo occidental gracias a su comida, cuartos y servicio. “Nada comparado con lo que verás por la tarde cuando lleguemos a Zhaoquin, al hotel de siete estrellas”, me comenta Marcus, mi compañero alemán de viaje de nuestra revista hermana Auto Motor und Sport. Un desayuno occidental más que cumplidor me dio las suficientes energías para soportar una mañana fría, todavía con algo de jet lag y tratando de olvidar las 14 horas de diferencia con México, aunque nada fue tan revitalizante como estar sentado unos minutos en la terraza, con ese frío húmedo tan particular de la zona, con un buen café y sorprenderme con las imparables ancianas de la provincia de Guanxi navegando por el frío río apenas pasadas las siete de la mañana.
Tras un corto brief acerca de la ruta, la más larga de esta última etapa, 412 km y 5:30 horas para completar los más de 5 mil km por el sureste del país asiático con el Audi Q3 Trans China Tour, Marcus y yo llegamos a la orgullosa Q3 más sucia del recorrido y la marcada con el número 3 “es un tour” explica mi compañero al equipo de mecánicos de Audi quienes sonríen al darnos las llaves, “no se lava hasta que lo terminemos” sentencia mientras la prensa china se maravilla y toma y toma fotos de todos los detalles y mugre que portamos con orgullo. Ellos, en cambio, lavan a diario sus autos. “¿Por qué si sólo somos 20 camionetas, hay una con el número 88?”, pregunto al equipo, “en realidad es la número 14, pero en China el 4 es de muy mala suerte, mientras que el 8 significa todo lo contrario, por eso decidimos ponerle el 88”, responden, y es que para los chinos, la superstición está en todos los departamentos de su vida diaria: con los números, los colores y hasta hacia qué lado debe girar la comida en las mesas con esos enormes discos en el centro para compartir los alimentos (en el sentido de las manecillas del reloj, por cierto). Al igual que en México, si tienes el dinero suficiente puedes comprar lo que gustes y los chinos gastan fortunas en conseguir placas para su auto con la mayor cantidad de 8 posibles.
En marcha
Fuimos el primer equipo en tomar el camino junto con uno de los equipos de fotógrafos de Audi, con quienes pasamos todo el día haciendo cualquier cantidad de fotos.
Sorprendente lo bien que trabajan aún y después de casi un mes de estar fuera de casa. La primera parte del recorrido fue por autopista, con un trazo envidiable, firme perfecto y solitaria, rodeada por enormes montañas digamos jorobadas, un valle que bien podría estar sacado de la película de Avatar. En este tramo la Q3 se mostró apetitosa, con un consumo por debajo de los 8 km/l y todavía con muchos km por delante. Dudé que llegáramos con un solo tanque considerando, además, que nos desviábamos constantemente de la ruta para realizar algunas fotos.
La comida en esta ocasión fue mejor, mucho mejor, pero con la amenza de que en el hotel de siete estrellas los alimentos eran preparados a la vieja tradición china, con todo lo bueno y malo que eso puede suponer.
Una parada obligada junto a la continuación del rio Lijang nos permitió meter en algo de arena a la Q5, que si bien no está destinada para ello, pudimos hacer un par de fotos más.
Lo más interesante llegó cuando tuvimos que salir de la autopista y tomar caminos entre pequeñas ciudades, pero de paga. Apenas 10 yuanes, pero curioso tener que pagar por caminos que son como federales, por así decirlo. Aunque hay que reconocer, que estaban en perfectas condiciones. Otra particularidad de China es que las reglas de tránsito simplemente no existen. Los rebases son por la derecha y están obligadamente acompañados de un claxonazo. Tampoco en estos caminos de cuatro carriles se utilizan los retrovisores ni las direccionales: están en cada uno de los conductores imaginar cuál será el próximo movimiento del auto más cercano. Eso sí, lo único claro es que se rebasa por la derecha.
Difícilmente se ven dos autos iguales. Son tal la cantidad de marcas y modelos, que es imposible ver dos por lo menos similares. Marcas como Faw, Chana y Geely parecen ser las más populares, pero bien nos encontramos en el camino un Mondeo nuevo, un Civic, un Chevy de primera generación, muchas Chevrolet Uplander pero bajo el sello Buick, un Roewe y hasta un Maserati.
En las ciudades de mayor tamaño la motocicleta y la bici son los medios de transporte favoritos y tampoco se rigen bajo ninguna regla. Hay quienes circulan con casco, con tres o cuatro miembros, con enormes bultos o cajas e incluso en sentido contrario u ocupando todos los carriles que les sean necesario o antojen.
Finalmente llegamos al espectacular, esperadísimo e insuperable OYC Hotek y sus famosas siete estrellas y arribamos con apenas una autonomía de 10 km. Tuve que ser bastante cariñoso con el acelerador la última parte para no tener que recargar. Al final hicimos 430 km con un tanque, nada mal, pero también debemos considerar que en muchas partes del camino la velocidad fue menor a los 60 km/h. El 2.0 Turbo de 211 HP se mueve muy bien, aunque nos confesaron que los Q3 que se produzcan China tendrán motores más pequeños. Ahora sólo llegará importado de Alemania, aunque a decir verdad, la gasolina no es tan cara en China, ronda los 14 pesos por litro.
En pocas palabras, el OYC es como un hotel de Las Vegas, pero con muy mal gusto, así es que es posible de imaginarse los detalles. Sin embargo, ya en la cena la gente de la marca me confesó que recibe el nombre de Siete Estrellas porque está en la ribera del río que tiene al fondo las montaña de las Siete Estrellas… Debí suponerlo.
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